
Una de las películas que mejor ha plasmado la reflexión sobre lo que realmente es hacer cine, ha sido «El aficionado» (Amator, 1979) de Krzysztof Kieslowski. Su protagonista es Filip Mosz, un obrero que navega en lo gris y cuya vida cambia radicalmente cuando compra una cámara de cine para aficionados con la que espera grabar a su hija recién nacida. Sin embargo, una vez la pone en marcha su vida cambia por completo, ya que descubre el enorme poder del cine, su capacidad para capturar una realidad y conseguir que sea eterna. Todo aquello que filma pervive para siempre. Este rasgo es en realidad inherente al cine, como ya había remarcado un cronista que asistió a las primeras proyecciones de los hermanos Lumière: “Cuando todo el mundo pueda fotografiar a sus seres más queridos, no ya en su forma inmóvil, sino en su movimiento, en su acción, en sus gestos familiares, con la palabra a punto de salir de los labios, la muerte dejará de ser absoluta”.
https://ia800109.us.archive.org/34/items/andibeluga_hotmail_1/1.mp4
Esta película forma parte del dominio público.
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