Ya en los años sesenta, Tarkovski tenía en mente la realización de un filme parcialmente autobiográfico, y trabajó durante un tiempo en un borrador que llevaba por título, entre otros muchos, ‘Un día blanco, blanquísimo’, sacado de un poema del padre de Andrei, Arseni Tarkovski. Pero los sucesivos borradores del guión fueron todos rechazados por el comité de cineastas (el infame Goskino), ya que, según ellos, se trataba de una historia ilícitamente elitista, o que era demasiado.
Su capacidad tan personal para la construcción de atmósferas oníricas lo llevaron a ser considerado un «poeta del cine» por los hermosos fotogramas que conseguía en sus películas. El espejo es la mejor muestra filmográfica de la relación que mantuvo el autor con su propia identidad.
Esta película forma parte del dominio público.
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